A lo largo de ‘Peter Pan’ se dice varias veces que Wendy lleva un beso escondido en la comisura de sus labios. Pues es algo parecido a lo que se esconde detrás de las teclas que Manolo Gutiérrez pulsa. Quizá no sean besos, pero está claro que algo hay. Se trata de una especie de James Matthew Barrie que cuenta sus historias con notas, en lugar de letras, y acordes, en lugar de palabras.

El caso es que el país de Nunca Jamás existe si se busca un poco. Esta noche estaba en el Filloa Jazz Club con Manolo Gutiérrez, al piano,  Tom Warburton, al contrabajo, y Iago Fernández, a la batería. El trío hace buenas migas dentro del escenario pero también fuera de él y la dificilísima conjunción de complicidad y distancia se palpa en cada tema. Complicidad porque se escuchan y se respetan -aquí cabe una mención especial al maestro Gutiérrez que deja lucirse a sus dos acompañantes en cada canción-. Distancia porque ninguno invade el territorio del contrario -algo que puede suceder cuando uno interpreta abstraído en la melodía-.

Manolo Gutiérrez Trío

Al teclista se le nota la experiencia. Para los que sólo lo conozcan por su andadura con el grupo Sumrrá, sepan que pasó por otras formaciones antes, como Jazztá o Sausalito Jazz Band. También lleva años inmerso en el mundo de la docencia en Estudio, Escola de Música -en funcionamiento desde 1987 en Santiago de Compostela- que empezó de forma modesta para, con el tiempo, convertirse en un lugar al que acuden personas de toda la geografía española para bucear en la música.

Creando adeptos más allá de las fronteras del jazz, tocaron composiciones del pianista como ‘Serie B’, ‘Analogía’, ‘Reincidente’ -en la que durante alrededor de dos minutos pulsa las mismas teclas mientras contrabajo y batería parecen protestar- o ‘Bágoas na chuvia’ -de la que se puede decir sin exagerar que es una de las canciones más tristes que el mundo del jazz guarda en su haber-.

Manolo Gutiérrez Trío

Después de otras cuantas piezas -una de ellas tan reciente que está sin bautizar- se despidió con ‘Mala memoria’, por la que afirmó que siente predilección aunque no siempre tiene la oportunidad de traerla al presente-.

Al ir vaciándose el club un hombre le comenta al dueño que Guitiérrez quita el sentido y la que escribe piensa que tal vez la intuición no le fallaba porque lo que mejor hace perder la noción de todo son los besos. Y Manolo Gutiérrez los esconde bajo las teclas. Cada cual que recuerde el que más le haya marcado o incluso aquellos que no ha dado -que esos también se quedan muy adentro-. Esa es la sensación que describe disfrutar en directo de semejante compositor.

Manolo Gutiérrez

Texto y fotografías por Edith Filgueira.

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