Hay pequeños secretos que despiertan la admiración de los más entendidos. Leyendas que regresan para quedarse. Piezas de culto que siempre merece la pena redescubrir.
Después de unos adversos años 40, la apertura económica experimentada por España en la década posterior influyó de forma decisiva en la evolución de la producción de la fábrica de La Estrella de Galicia.
Tras el parón general producido por las guerras Civil y Mundial entre 1936 y 1950 se inicia un profundo proceso de remodelación, automatizando la mayor parte de los procesos de producción, desde la elaboración al embotellado, lo que supone el adiós definitivo a los métodos artesanales en la búsqueda de un producto estable de características propias.
En los 50 se desató el consumo de cerveza tras las penurias de la posguerra, fenómeno estimulado por lo atractivo de los envases.
Especialmente durante la primera mitad de la década, asistimos a un importante incremento de las ventas así como de la capacidad productiva, impulsada por diversas inversiones en la renovación de la planta.
Durante esta época se estimuló la competencia entre las empresas cerveceras y se afrontaron mejoras con el objetivo de ampliar el mercado tradicional y de llegar a lugares desabastecidos en la postguerra.
A principios de los 60, la familia Rivera mejora la ventaja competitiva en la organización del mercado cervecero mediante la adquisición de un nuevo camión, especialmente diseñado para alojar las cajas de cerveza, con lo que el conjunto de la distribución alcanza ya el tamaño de una pequeña flota.