Texto: Javier Fraiz
Fotografía: Gimena Berenguer
Pablo Seoane practica el método de José Lezama, que creó un «sistema poético del mundo» a través de la metáfora y las imágenes. El escritor cubano escuchó en un café, de repente: «Todo el que tiene una novia china, tiene buena suerte». Con esa frase, llegada al azar de una mesa de jugadores, el literato se puso a escribir, sin mirar a quién. El pianista ferrolano, uno de los exponentes españoles del jazz vanguardista, asegura que una «secuencia armónica» o simplemente «una atmósfera», más o menos casual, le dan pie cuando compone. «Después hay que picar mucha piedra», apostilla.
Las últimas muestras del sonido contemporáneo y libre del trío están en «Inopia» (2014), el tercer disco siguiendo esa formación, donde destaca la compenetración de los tres instrumentos y, en especial, la química vigorosa entre Pablo Seoane, el contrabajista José Manuel Díaz y el creativo Luis Alberto «LAR» Legido, quien en su página web se presenta a sí mismo como batería, investigador sonoro y performer. Ha firmado, por ejemplo, un «Concierto-Performance Tractor y Batería» o la Ópera-Free “La Bámbola Malata», esta aventura también junto al pianista de Ferrol y a la cantante Lúa Gándara.
El día de la presentación del último trabajo del trío, en Santiago de Compostela, en febrero de 2014, el percusionista cogió un libro de antigua edición de Seoane y se puso a leer en los prolegómenos, en el camerino, como en un primer acercamiento. Entornando los ojos, repasó en alto los inicios de «Rapsoda de un Mulo«, del citado Lezama: «Con qué seguro paso el mulo en el abismo. / Lento es el mulo. Su misión no siente». Cuando se adentró, ya estaba solo en el backstage.
Seoane piensa libre, toca de forma expansiva, primando la actitud a las etiquetas. Su mano izquierda subraya los compases, sabe ser severa. José Manuel Díaz, que empezó la noche fotografiando la partitura con el móvil, leva y baja el ancla de cuatro cuerdas, y en un par de temas inicia las transiciones con introducciones que elevan a los otros dos músicos, situados en los extremos y tan complementarios. El más efusivo es LAR Legido, tan expresivo como su camisa de flores. Su mueca permanente, rostro histriónico, va acompañando una percusión improvisada. Alterna las baquetas, las deja caer sobre la
caja, saca a las escobillas más partido que el evidente, alarga los redobles, timbalea con las manos. Pionero, hace más de una década, en el movimiento de la improvisación libre, el batería se lanza a un solo experimental, con un pulso intenso y acelerado, que, después, sabe ensamblar con una intro para balada.
Este miércoles, en el Bla Bla Café de Ferrol, en el inicio de una gira de tres noches por el VIII Ciclo 1906 de Jazz, Legido abrió y cerró el concierto dejando caer -y sonar- una sucesión de crótalos, marcando la pauta de entrada y salida como con un reloj de arena. El trío se empoderó en ese salón elevado que domina el local ferrolano y, mientras el público cenaba, bebía o charlaba con fruición («ustedes sigan, no hay problema», dijo Seoane poco antes de empezar el concierto), la formación iba exponiendo el repertorio: free jazz, bop, una balada con alteraciones en el tramo final e incluso un standard de Antonio Carlos Jobim, «Caminhos cruzados«. Porque «hay que romper, claro que sí, pero amando y respetando lo que han hecho otros», defendía Enrique Morente.
La propuesta fue comedida, que no desapasionada, dentro del potencial de derroche y creatividad que anida en el grupo. Seoane, aclamado en su ciudad, utilizó un piano eléctrico. El contrabajista intervino en los contrapuntos, que son variantes buscadas según explica Seoane, y Legido (integrante, entre otros proyectos, de Sumrrá) recreó una atmósfera selvática en el tema final, con la boca en el plato y con dos pájaros de juguete a los que invitó a soltar libremente su ruido. Y los pío-pío replicaron a la gente charlando.