Texto y fotos: Javier Fraiz
En A Coruña la arena resiste como puede el embate del océano en Riazor o el Orzán -el Atlántico se enfurece y castiga la playa cada invierno-, y también cimienta el mito. De arena era el suelo original del pequeño sótano de la Rúa Ciega donde en 1980 nació el Filloa, el club de jazz pionero en Galicia. Según el guitarrista japonés Tatsuo Aoki, el segundo bar de jazz más pequeño del mundo. La ciudad atlántica flirtea desde los 80 con «la música del ritmo y el significado», como la definió Matisse.
Coruña ha sido testigo de noches mágicas, un paradero habitual de nombres de altura bajo el patrocinio de diversos festivales y mecenazgos. Wynton Marsalis, Milt Jackson, Wayne Shorter, McCoy Tyner, Dave Holland, Brad Mehldau, Charlie Haden o Lee Konitz «estuvieron aquí». Pero Coruña también fabrica música para exportar. Tiene un reputado conservatorio, cuna de nuevos talentos, que sirve de laboratorio de ideas y punto de encuentro a la cantera gallega. Es viernes y atardece. Dos de los nuevos integrantes de la big band del centro se animan y acompañan a The Muskrat Ramblers, una formación recién ensamblada por músicos locales, preparados y animosos, que miman el jazz desde la filosofía de Duke Ellington: «si no es swing no vale la pena». Les pone nombre uno de los dixieland popularizados por Louis Armstrong. La formación a cinco (los hermanos Nando y Santi González con trompeta y saxo, Santi Roma a la batería, Iago Mouriño al piano, el contrabajista Pablo Pérez más el trombón de Diego Rodríguez como invitado) inauguraron este viernes la segunda edición del Festival + Que Jazz, convirtiendo la calle en un auditorio al aire libre en la terraza del Bembiú Bar.
El concierto no vale la pena si no es entretenido, pone en práctica el grupo. «When the saints go marching in» lo ejemplifica y dibuja a los presentes una sonrisa en la cara. Con otro clásico, «It don’t mean a thing«, el concierto en la terraza despide el aire de una página de Scott Fitzgerald. El ritmo se contagia de las cabezas en movimiento al nerviosismo de los pies bajo la mesa. El trombonista conduce a Nueva Orleans con el solo de «On the sunny side on the street«. El sexteto no puede ocultar sus costuras; cuatro de los seis músicos forman parte de los Hot Chocolates, una orquesta tradicional formada e instalada en Galicia que demuestra que el dixieland y el swing son la fórmula más empática para atraer público generalista al jazz. Y así el sexteto que inaugura el festival coruñés se prodiga con un estándar habitual en el repertorio de Hot Chocolates, «Old Fashioned Love».
Este viernes, la brisa acercaba un olor untuoso y la Ría do Burgo se empeñaba en parecer el Mississippi. El concierto dejó tan buen paladar como la degustación gratuita para el público de la mano de Estrella Galicia y 1906, patrocinadores del ciclo. Tras la cita de inauguración, por el local mítico del Filloa y por el renovado Garufa Club pasarán quince formaciones de músicos forjados en su gran mayoría en la comunidad y con gran predicamento en el exterior. Entre el 1 de julio y el 5 de agosto el público tendrá acceso a propuestas plurales como las del pianista Abe Rábade, que acude junto al guitarrista serbio Rale Micic; los renovadores Summrá, la Blue Devils Big Band, bajo dirección del compositor y saxofonista Roberto Somoza; así como músicos internacionales como el pianista portugués André Sarbid o el teclista norteamericano Brian Charette. A Coruña, la ciudad donde el jazz no se toma vacaciones.