Moisés Sánchez Trio. Clavicémbalo, Lugo. 10 de abril de 2015. Fotografía: Gimena Berenguer

Texto: Javier Fraiz
Fotografía: Gimena Berenguer

Cada compás es un reto creativo. Sus discos solo admiten composiciones y una batuta propios. Moisés Sánchez, que también es productor y autor para otros, reivindica la honestidad por encima de los géneros consabidos. Innova con la misma libertad con que absorbió influencias y estilos. «Simplemente hago música, he estudiado jazz e improviso muchísimo, pero en mis composiciones dejo que salgan todas las influencias que pueda tener. No tengo ningún reparo ni me preocupa tener que hacer discos más o menos “jazzísticos”, sinceramente porque a día de hoy tampoco tengo muy claro lo que queremos decir con “jazz”

Tres de sus cuatro discos son autoproducciones. ¿Pretende reforzar la filosofía de autor, creador, compositor y productor de todas sus canciones; o es que conseguir la implicación de las discográficas en este tipo de causas es una batalla perdida?

Bueno, es un poco de ambas cosas porque se juntan varios factores. No tengo ningún problema en sacar mis discos con una discográfica que estuviera interesada, pero siempre y cuando me garanticen cierta financiación y promoción de mi obra. Como es casi una quimera en el panorama actual, y más si cabe en el tipo de música que hago, prefiero tener el control de mi obra y que lo que ocurra con ella dependa de mí en su totalidad. No me merece la pena que pongan un par de discos míos en el FNAC o similar, si la gente no se va a enterar de que ese producto existe, si la discográfica me deja la compra de mis propios cedés a 10 euros, no ha puesto un duro para grabarlo y pagar a los músicos, etcétera.

Debutó dando cabida a la Orquesta Sinfónica de Bratislava , grabó en formato cuarteto en Nueva York y tras pasar por el trío (la formación en la que volvemos a verle en el VIII Ciclo 1906 de Jazz), su último disco es de usted solo al piano. ¿Cambia la manera de concebir los temas y cuál es el fundamento de esta alternancia de formatos?

Cambia bastante ya que cada formación tiene sus recursos y sus limitaciones. A medida que me he ido dando cuenta de cómo afectaba el que tuvieras en mente no ya solo la formación, sino las características del músico con el que vas a contar, las composiciones para cada tipo de disco han ido saliendo con mayor fluidez y naturalidad.
Con respecto al cambio de formatos, realmente la base en todos los discos menos este último de piano solo ha sido siempre el trío, por lo que siempre ha sido ir añadiendo o quitando elementos, pero siempre tengo al trío presente.

¿Es «Soliloquio», su último disco, su mayor declaración de intenciones y, a la vez, la menos homologable a la etiqueta de jazz? Están en una dialéctica permanente usted y el Fazioli F278 Grand Piano con el que grabó en Italia.

La verdad es que no pretendo que sea ninguna declaración. Me apetecía encerrarme en el estudio conmigo mismo, escucharme, enfrentarme a lo que me gusta o me disgusta de mí e intentar que la música resultante fuera sincera. Para eso tienes que ser honesto contigo mismo, olvidar cualquier tipo de pretensión e intentar que lo que toques y quede grabado seas tú. Además en el disco a piano solo hay bastante improvisación en cada tema, la forma y la estructura siempre está, pero me dejo llevar mucho por lo que siento en el momento.

¿Prefiere ser considerado como un músico creativo y original, capaz de trascender géneros, más que como «un pianista de jazz»?

Bueno, creo que realmente a mí no me corresponde “catalogarme”. Simplemente hago música, he estudiado jazz e improviso muchísimo, pero en mis composiciones dejo que salgan todas las influencias que pueda tener. No tengo ningún reparo ni me preocupa tener que hacer discos más o menos “jazzísticos”, sinceramente porque a día de hoy tampoco tengo muy claro lo que queremos decir con “jazz”.

¿Responde el público cuando se le, digamos, confunde? Usted tiende a que muy pocos compases sean como el siguiente.

Para mí lo más importante es la melodía y después la estructura formal. El oído responde a diversos estímulos, tiene su propia psicología. La construcción de las melodías, el desarrollo motívico y cómo se estructura a lo largo de la forma tiene sus trucos, se comprenden dentro de técnicas compositivas que están en nuestro cerebro, aunque sea de manera inconsciente. Si consigues que la melodía y su desarrollo fluya aunque el tema esté en 13/8, el público tiende a interiorizarlo rápidamente y le resulta agradable. Si la métrica está impuesta porque sí pero lo que se toca encima de esa métrica no fluye o no está bien compuesto, la reacción no suele ser tan positiva.

Cierto sector de crítica y público no siempre reacciona con entusiasmo a cambios y nuevos sonidos e instrumentos en el jazz. En «Ritual», por ejemplo, oímos al batería tocando una steel guitar, al contrabajista empleando el arco con distorsión y a usted compaginando con un piano en miniatura, más al estilo de un tema electrónico o indie. ¿Hay que desmitificar el clasicismo y la música de standards?

Creo que cada cual tiene que tocar lo que le gusta y escuchar lo que le mueve y le apetece. Intentar convencer a alguien de algo es hasta intrusivo y desgasta mucho. Lo único que yo puedo comentar al respecto es que gracias a no tener prejuicios a la hora de escuchar discos o ir con mentalidad abierta a diversos conciertos, he podido disfrutar, conocer y amar grupos, discos y géneros que se han llegado a convertir en parte muy importante en mi vida. Si siempre afrontamos el encuentro con algo nuevo esperando que sea lo que ya conocemos o nos gusta porque nos hace sentir seguros y en nuestra zona de confort, creo que no habría movimiento. Y el jazz precisamente por lo que creo se caracteriza es por ser una música muy camaleónica, que se empapa de su tiempo y que está en continuo movimiento. Ahí si me siento reflejado yo, como intérprete y como público.

«El Vals del Bardo», que abre su cuarto disco, lo ha presentado como una especie de homenaje a Brad Mehldau. ¿Es el pianista actual que más lo inspira? ¿Cuál es la lista de sus grandes influencias? También se declara admirador del rock sinfónico y de los Genesis como gran paradigma. Cuando lo manido es que un pianista aluda a Monk, Bill Evans, Tyner, Ellington..

¡Bueno, es que también me gustan mucho esos que mencionas! Hace poco tuve la oportunidad de ver a Mehldau a piano solo en Madrid, y realmente me sentí un privilegiado por poder ser testigo de tal revolución en el mundo del piano. Debe ser parecido a lo que sintieron las personas que vieron aparecer a Parker, a Miles o a Coltrane.
Luego hay muchos más pianistas que me han marcado y me encantan, como pueden ser Jarret, Lyle Mays, John Taylor, Esbjorn Svensson, Chick Corea o Tigran Hamasyan, que está haciendo cosas realmente increíbles por cierto.

El rock sinfónico me ha dado una perspectiva muy particular acerca de cómo abordar las composiciones, las dinámicas, las texturas y la forma en general de un tema de jazz, creo que Genesis (me refiero sobre todo a la época con Peter Gabriel) es uno de los grandes referentes en eso, aparte de ser un grupo que le daba a la melodía y su desarrollo una prioridad absoluta, con lo que entronco muy bien con ello. Lo que uno escucha de pequeño suele tener una gran influencia sobre él y afortunadamente yo he estado rodeado de una gran variedad de música desde que nací gracias a mis padres. Creo que por eso puedo disfrutar de la música sin importarme nada más que su belleza.

Una gran parte de sus temas son improvisación.

Improvisamos mucho sobre todo en el directo, pero en el estudio vamos con pergaminos auténticos porque hay mucho escrito. En el disco a piano solo sí que me he dejado llevar más y aunque siempre hay un tema muy esbozado y cerrado, entre medias ocurren siempre cosas que no están escritas, o me voy a distintos sitios que no tenía pensado. Con el trío puede ocurrir pero estamos más ceñidos al papel.

En la presentación de algunos de sus trabajos propone un «viaje» al oyente. Como compositor, ¿también esquematiza los temas así? ¿Parten de una imagen, una emoción, una idea melódica…?

Generalmente parten de estados de ánimo. Suelen ser bastante autobiográficos y me ayuda tener una historia en la cabeza para intentar encontrarles una dirección. Cuando solo salen de manera racional no funciona muy bien conmigo y suelo desecharlo.

Uno de los personajes de Treme, el trompetista de ficción Desmond Lambreaux, subraya que «el jazz no se vende» cuando un locutor le pregunta por su último disco. Usted ofrece los suyos a través de ventas física y digital. ¿Cabe medir esta música en términos de rentabilidad?

Absolutamente no. Por lo menos en el panorama actual. Vivo de los conciertos que doy y de tener la suerte de poder participar en muchos proyectos, pero de la venta de discos ni hablar.

Dígame qué siente con ser número uno en ventas en un disco construido por usted, como es de los «Los Viajes Inmóviles», pero en el que al fin y al que cabo el nombre del libreto es otro, el rapero Nach.

En una sola palabra: Decepción

¿Cómo se fraguó la confluencia con él, de cuya música es compositor y productor?

Actualmente ya no trabajo con él. Hemos tenido siete años de relación profesional y personal y creo que ambos teníamos un concepto muy cinematográfico de lo que queríamos hacer juntos, por eso nos entendimos muy bien. Salieron tres discos en donde yo compuse y produje varios temas que han sido importantes en su carrera, hasta llegar a “Los Viajes Inmóviles” que nos dio el número 1 contra todo pronóstico. Ahora él sigue su camino y yo el mío. Una pena que ese disco no haya podido tener más recorrido la verdad.

También ha producido a Juan Valderrama. ¿Se ve en proyectos paralelos más afines a su proyecto individual, que éste se acabe empapando de las producciones ajenas, o prefiere mantener una separación de estilos?

Cuando alguien me llama para trabajar en su proyecto, producir su nuevo disco, etcétera, tengo la suerte de que me suelen llamar para dejarse llevar por mis ideas musicales, o porque buscan mi estilo de tocar. Esto es muy de agradecer porque me permite estar más a gusto en los proyectos que no son míos, e intento dar lo mejor de mí como si de mi disco se tratase. Así que siempre intento que haya un “sonido Moisés” en todo lo que hago.

Diagnostique el estado de la música en directo en España. Los promotores dicen que la facturación ha subido en 2014; si bien para volver a niveles de hace un lustro.

¡Ufff, qué difícil!. Creo que ahora hay más talento que nunca, más proyectos interesantes que nunca, más gente preparada que nunca…. Pero creo que hay saturación de información, banalización de la misma, menos sitios decentes en los que tocar, el público es más impaciente, se paga menos que antes cuando no te obligan a ir a taquilla…
Creo que hay muy buena predisposición y ganas de hacer cosas interesantes en muchos sitios, pero la infraestructura del país en el que vivimos y la valoración de lo que hacemos por parte de los medios es bastante deficitaria.

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