Diego Amador y Llibert Fortuny VII Ciclo 1906 Jazz

Texto: Luis Miguel Flores
Fotografías: Jaime Massieu

Indiscutible. Lo que Diego Amador Trío y Llibert Fortuny nos regalaron en el segundo concierto de clausura del VII Ciclo 1906 de Jazz (tras la Maratón de Jazz Gallego de 12 horas en Santiago de Compostela) en el Teatro Lara fueron dos horas de absoluta libertad creativa. Música sin etiquetas ni barreras de la mano de un saxofonista criado en el bebop que añade pedales, loops y controladores midi a su sonido; y de un cantaor multi-instrumentista que se acompaña con un piano que dice tocar como si fuera una guitarra. Una cosa muy grande…

…que parece arrancar en pleno trance de fusión setentera hasta que Diego se raja la voz: «mi corazón está cansao por no tenerte«. Llibert le contesta sacando a relucir su EWI, esa especie de flauta midi que popularizó Michael Brecker. Y para el segundo tema ya tenemos a Diego acompañándose al piano (que efectivamente toca como una guitarra) y «camaroneando» con «Canastera». Lo que empieza entonces seguro que tendría la bendición del De la Isla. Se arrancan el bajo (firme, solvente y melódico: Jesús Garrido) y la batería (de Diego Amador Jr, hay que ver el arte que tiene esta familia). El piano se lanza a un vertiginoso tumbao sobre el que caracolea LLibert. Amador se levanta de gusto, toca casi de pie y se saca de la mano un punteo… perdón, un solo… que quita el hipo. Dialoga con su trío y Fortuny retoma el EWI y se aplica a los pedales con el saxo. Momento álgido. Incluso nos cuesta aplaudir sin antes coger un poco de aliento.

De ahí vamos a una pelea entre el sintetizador de Amador y el saxo circular de Fortuny. A unos tangos en los que el bajista clava un solo con melodía arabesca. A unas coplas sobre el Guadalquivir con cita al «Birdland» de Weather Report. A Diego junior brillando con el cajón. Y finalmente a una barbaridad de flamenco-latin-jazz en la que Llibert entra majestuoso a lo Coltrane tras amagar con los pedales y se hace con la pieza lanzando puro skronk sobre otro tumbao espectacular. Diego hijo se encarga de rematar con un solo entre los olés (merecidos) de su padre.

Claro, pero es que les exigimos un bis. Y aquí se desmadra -¡Olé!- la libertad. Arrancándose los músicos entre gritos a través del saxo, loops, samples, cuerdas de piano pulsadas, bajo golpeado con un funk que ni te imaginas y sintetizadores inflamados. Por un momento regresan todos al flamenco para soltarse otra vez. Diego padre convierte las cuerdas del piano en batería con unas baquetas y dialoga con la batería de Diego hijo. Y uno se queda muy a gustito. No hay otra.

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