Texto y fotografía cabecera: Luis Miguel Flores
Fotografías: Jaime Massieu
Tomen nota: «Me considero músico antes que cantante. Seguramente nos fijamos demasiado en la voz«. La vocalista Rachel Brotman dixit. Composiciones, arreglos. Y sí, también esa voz. Pero como un instrumento más. Una textura a añadir. En paralelo con el resto de los timbres. Que, en este quinteto, son muchos. Cosa seria, lo del Rachel Brotman Quintet. El contexto es jazz. «E improvisación», añade Brotman. Pero las hechuras -y las melodías- también son de pop. Y los ritmos, las progresiones rítmicas, de electrónica. Si no, sería imposible que en su repertorio sonasen unidas sendas versiones de Dirty Projectors y Radiohead. Pero esperen, creo que me estoy adelantando.
Pues si Brotman le da la misma importancia a todos los timbres de su quinteto, no seré menos. Su máximo apoyo se llama Anthony Taddeo. Toca la batería con ella desde hace más de 4 años. Y por lo general sienta unas bases rítmicas que, si se disparan, lo hacen hacia el drum and bass. Y, serenas, coquetean con el dub. Entre otras muchas cosas, claro. Porque además el Señor Taddeo le hace unos coros finos, finos a Rachel que te ponen la carne de galina. Lo del fliscorno (ese pariente reflexivo y melódico de la trompeta) es cosa de la última incorporación del grupo: John Raymond. Y protagonizó uno de los momentos más brillantes del concierto: un duelo -de igual a igual- con la voz de Rachel. El bajo de Zach Lane camina con la batería, sin estridencia pero tremendamente ágil. Y los teclados del gallego Yago Vázquez (afincado en Brooklyn con todas estas personas desde hace 6 o 7 años) son en muchas ocasiones como un colchón de viscoelástica, de esos que abrazan el cuerpo y hacen hueco.
Hueco a la voz, claro. La voz de Rachel ¿La nueva Norah Jones? Qué facilón ¿no? «Me lo han dicho muchas veces. Y encima es mi vecina». En Brooklyn, claro. Para mí, la mayor similitud entre Norah y Rachel se llama aventura. O textura. O agarrar la voz como un timbre o un instrumento más. Sí, esto ya lo he escrito antes, pero es que es muy importante. Y muy bonito. Jones se atreve un poco más con cada disco. Brotman promete experimentar con samplers y loops en el siguiente. De momento sólo tiene un EP: «Anecdote», mucho más que anecdótico. Aunque es el concierto (sus desarrollos, la complejidad de algunas estructuras, los cambios de ritmo, los enganches entre unos temas y otros, que fluyen como si fueran sencillos…) el que te acaba de convencer. «Les exijo mucho a los chicos», dice la vocalista.
Te rindes. No te queda otra. A Anthony Taddeo colocando un platillo sobre la caja en «Spare Room» para acercarse a algo muy parecido al dubstep. A Rachel cerrando los ojos y fundiéndose con sus cuatro compañeros en la abstracción de -muy apropiado el título- «One». A esa epifanía de teclados y dos voces (Brotman y Taddeo) ancladas en la emoción de «Unknown Sonnet». A la unión de la hermosísima «Two Doves» de Dirty Projectors (más vecinos -y amigos- de Brooklyn) con una alucinante lectura del «15 Step» de Radiohead. A la dulce «Confessions», una de las novedades del repertorio que conquista definitivamente a uno de nuestros cámaras: «Esa era para mí». Y, por si faltase algo, un clasicazo que el quinteto suele incluir en el repertorio («Lo hago por ellos», bromea la cantante): «St James Infirmary», que un tal Louis Armstrong hizo famoso en los años 20… del siglo 20. Y que el fraseo de la voz, el soplido del fliscorno y el solo de batería rematan sin dudarlo desde el siglo 21. Final con uno de los 5 temas del EP, «Seasons».
Estamos flotando. Victoria total para anegar alguna que otra derrota que se había producido un rato antes. Y Rachel, emocionada, despidiéndose con «Ha sido un placer». Mutuo, aseguro.