Antonio Lizana Group en Café Berlín. VIII CIclo 1906 de Jazz. Fotografía: Luis Miguel Flores

Texto y fotografía: Luis Miguel Flores

Los que tuvimos la suerte de asistir al concierto de Gabacho Maroconnection en el VII Ciclo 1906 de Jazz sabíamos de las capacidades como saxofonista y cantaor (combinación yo diría que inédita, si no me dicen lo contrario) del gaditano Antonio Lizana. Pero lo visto y oído en el Café Berlín de Madrid reventó expectativas. Lizana escala altas cumbres de flamenco jazz (añadamos unos cuantos sabores más) con un Group de campanillas: el propio ideólogo de Gabacho (Vincent Thomas) a la batería, Epi Pacheco a la percusión, Marcos Salcines en el piano y Tana Santana al bajo, son sus inimitables sherpas.

Todo empezó, como no podía ser de otra forma, con su «Razón»: su poquito de cante, su arrebatador saxo andalusí y su amplio espacio para el amplio, despejado y espléndido piano de Marcos Salcines. Transición de batería y percusión para llegar a una alta meseta en algún lugar del magreb. Cante final. Y ya está: el poderío de Antonio Lizana Group nos ha despeinado desde el minuto uno.

Sin respiro, se arrancan con unos tangos: «Tú déjalo estar» («Vamos, un Let It Be», añade el propio Antonio). Un Antonio que cada vez que «solea» con el saxo (sí: intenta ser juego de palabras a lo flamenjazz, como diría Diego Amador) se marca un vaivén…. de arriba abajo, de abajo arriba… como si quisiera elevarse (aún más) en su arte. Mientras, Tana Santana se sienta y se levanta de su taburete a juego, para acabar rematando con un solo que nos planta en «Marrakech» de golpe. Y ojo porque aquí la mirada de gustito de Antonio a Marcos es «pa’ verla»: parece decir Qué lujo de piano, compañero.

«Destino» hace honor a su nombre: Thomas arranca con un solo que aglutina continentes, Lizana cambia el saxo alto por el soprano, canta muy adecuadamente «con el sonsonete que tu me has traído» y -tras un altiplano orgásmico- Pacheco remata con un solo de darbuka. Una más antes de la pausa; la primera del lote de hoy de «Quimeras del mar», el que será el nuevo, inminente disco de Lizana: «Tú déjate sentir». O, cómo explica él: «un tema de autoterapia a ritmo de bulería antes del descansito karateka, por aquello de la cata». Justo antes de que se lance a un solo valiente y disonante que nos descuadra. Para (muy) bien.

Vuelve el quinteto para abrir «La puerta de la luna», otro estreno de puro jazzfunk con línea de bajo que dispara caderas. De ahí a un «Tanguillo» de Cádiz «y alrededores», según Antonio. Amplios alrededores: de unos miles de kilómetros a la redonda. Tanguillo hermosamente contaminado de mundo que da paso a otro tema nuevo que se define por sí mismo (y no vean cómo): «Seguirijazz». Momento para vaciarse en el cante: «Con la ilusión de volver, yo voy buscando el camino». Tranquilo Antonio: lo has encontrado. Y es el tuyo.

Tras una (otra) fiesta de percusión magrebí, presentación de la (pedazo de) banda y petición al respetable. Lizana divide al público en dos. Haremos «sonidos de mar y de viento» para… «Viento de la mar», el tema de su primer disco –«De viento» (2011)- que comparte con Lamari de Chambao («No ha podido venir, tenía un bautizo»). Según él, no hacemos mal los ruidos… pero ellos los hacen mucho mejor. En un imparable crescendo, se unen dos palmeros y se monta una juerga flamenca que nos deja la sonrisa bien dibujada… Todavía me dura.

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