Chano Dominguez y Niño Josele. VIII Ciclo 1906 de Jazz. Fotografía: Jaime Massieu

Texto: Luis Miguel Flores
Fotografía: Jaime Massieu

Chano Domínguez y Niño Josele afirman ser alérgicos a las etiquetas. Y sobre el escenario – sin ir más lejos, en el del Teatro Lara, dentro del VIII Ciclo 1906 de Jazz– tienden a ignorarlas. Asaltan su cumbre desde un campo base en el que conviven jazz y flamenco pero -me cuentan ellos mismos en la entrevista previa al concierto- lo suyo es «la música del siglo 21, para la que los periodistas os tendréis que inventar alguna etiqueta nueva». Son «Dos en la carretera», como en la versión que ellos mismos hacen de Mancini. Una carretera con la que -a fuerza de transitarla- se siguen sorprendiendo, curva tras curva.

Este es el Ciclo de las 3 ausencias: la de un Richard Bona que no llegó a venir por culpa del dengue; la del inolvidable Juan Carlos Cifuentes, Cifu, que… tampoco ha podido venir; y la de Paco de Lucía, al que perdimos hace algo más de un año. Josele, nos cuentan, lleva una foto suya en la funda de la guitarra. Su figura planea por el teatro, se sienta en sus palcos y apura este combinado de sabores viejos y nuevos, clásicos e inventados, respetuosos e improvisados de Chano Domínguez y Niño Josele. Y los bises irán por él.

Pero nos estamos adelantando, porque el primer homenaje de la noche es para otro gigantesco guitarrista: Django Reinhardt. Vía «Django», el standard compuesto por el pianista John Lewis para el Modern Jazz Quartet. A la sazón, segundo corte de «Chano y Josele», el disco en el que Fernando Trueba (se le vio por el teatro) juntó al pianista y al guitarrista y les propuso música para construir su propio estilo. Niño Josele arranca, Chano Domínguez releva. Y llegan juntos a la preciosa melodía. Desde la primera nota: se miran, se siguen, se apoyan.

Se van deshojando influencias con «Because». Sí, la de los Beatles. Tras la explosión de melancolía, Chano y Josele se van inflando de groove y acaban sumergidos en el ¿Funkmenco? (perdónenme la etiqueta, señores) para seguir desgranando los tesoros de su disco conjunto con «Je t’attendrai»: Michel Legrand para la banda sonora de «Los paraguas de Cherburgo». Reflexivos, relevándose en la melodía.

Se levanta Chano para presentar lo ya escuchado y lo que viene. Otro pacto del dúo con Trueba para el disco: el uno se hace -a solas- una canción del otro. Josele eligió «Alma de mujer», una colombiana de rompe y rasga que ejecuta con adorno muy flamenco. Cerrada ovación. Se queda solo Chano e «intenta no destrozar» -dice- la fascinante «¿Es esto una bulería?» de su amigo. Agachado sobre el piano, la llena de jazz mediterráneo y se arrima a Chick Corea disfrazado de bulería. O no.

Vuelven juntos y juegan a perseguirse por las calles de una favela con «Lua branca», primera parada en Brasil. La segunda (tras un derroche de bolero, tango(s), blues y flamenco para el «Two for the Road» de Mancini) se llama «Luiza», de un tal Antonio Carlos Jobim. Una bossa llena de Andalucía, iluminada por el sol de Cádiz. Tanto, que acaban citando el «Soy gitano» de Camarón. Más cita y más Brasil españoleado: notas del «Concierto de Aranjuez» para abrir «Rosa», de Pixinguinha. Y luego se lanzan a olerla. Fin.

Bueno, no. Los aplausos, la gente en pie, la ovación, la alegría… mandan. Generosos y felices, vuelven Chano y Josele. El pianista recuerda a Paco de Lucía. Y lo que han tocado con él ambos. Doble homenaje al Maestro, pues, con la emocionante «Canción de amor» -esos agudísimos de la guitarra- y la inmortal «Zyriab», con Chano henchido de jazz y Josele ante el altar del Mago de Algeciras. No cabe más. Vámonos.

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