Texto: Javier Fraiz
Fotografía: Rafa Pasadas
Sudando a chorreones, Jim Black (Seattle, 1967), su gesto travieso y una camiseta de gatito prometen a una espectadora que lo han tocado «¡todo!» cuando la mujer duda si salir a fumar o aún no, tras hora y media de un concierto estructurado en solo cuatro temas con un continuo de post-rock, energía y ambiente ruidista. En Vigo, el flamante cuarteto del admirado batería, al que se sitúa entre los grandes referentes mundiales del free jazz, tocó con partituras para bordar el experimento.
La formación, todavía en fase de reconocimiento, pidió al Xancarajazz unos atriles para que su sonido resultara. Con decisión, el percusionista cataliza el ritmo hacia una atmósfera vanguardista y vertiginosa, percutiendo con ferocidad los platos, consiguiendo varias texturas metálicas y expendiendo efectos con un sintetizador que inutiliza uno de los timbales durante la mayor parte del concierto. El pianista austríaco Elias Stemeseder y el bajista de New Jersey Chris Tordini secundaron su línea maestra. El saxofonista islandés Oscar Gudjonsson ejerció de voz discordante. Todos, en suma, reproducen aquella máxima de Thelonious Monk cuando eclosionaba el be bop: «Queríamos hacer música que no pudieran tocar».
El nuevo cuarteto de Jim Black, que ya revolucionaba el género hace 15 años con una centrifugadora de sonidos experimentales en Alasnoaxis, uno de los grupos en los que se prodigó por el estilo, se apoya en esa especie de duelo de matices rítmicos que realzan el batería y el teclista para buscar la fluidez. El austriaco se sirve del sintetizador para engordar el volumen y propiciar lecturas noise. Entre tanto Tordini, quien ni se ha sacado la chaqueta ni retirará de entre los dientes la púa de su bajo, también pisa los pedales para que las líneas restallen por momentos como un látigo. El contrapunto proviene del saxo tenor, escorado en el escenario y en las ejecuciones.
De repente Gudjonsson emite unas notas que, observadas en el total del grupo, recuerdan al diálogo arrepentido de cualquiera consigo mismo; y de repente una bocanada mayor
remite a una sirena de barco, o a un graznido. Así construye el volumen el recién estrenado cuarteto de Black, emulando sonidos metálicos, rugosos y oscuros que anidan en situaciones cotidianas, como un atasco, un conducto de ventilación percutido por una gotera o la cima de la producción en una factoría. El primero de los cuatro cortes que expuso el grupo en el Xancarajazz de Vigo, este miércoles por la noche, sintetiza en 45 minutos los estados variables de un mismo día, desde un fondo confuso hasta la explosión, el unísono plagado de decibelios, la adrenalina y la velocidad. Y se ha demostrado que el ruido de una metalurgia puede llevarse a la partitura.
Bilbao, Vigo y Lugo descubren gracias al VIII Ciclo 1906 de Jazz a la estrenada formación de un artista que no se anquilosa y que en cuestión de años ha destacado junto a los saxofonistas Dave Douglas y Dave Liebman, el pianista Uri Caine y músicos íntimamente ligados a su carrera como el saxo tenor y clarinetista Chris Speed, miembro de los cuartetos Alasnoaxis (creado en 2000) y Human Feel. En BB&C, el de Seattle prueba a formular música sin esquemas preconcebicos junto al guitarrista Nels Cline (componente de Wilco) y el saxofonista Tim Berne.