Texto y fotografías: Javier Fraiz
Cruzada la medianoche, cuando el local sublima el claroscuro, Ari Hoenig humedece la yema de los dedos como un poeta declamando. El parche de la caja y el timbal ronronea. Con un volumen tenue, el percusionista estadounidense, a quien la revista «Jazz Times» describió como el batería más espasmódico y musical, agota la sonoridad de la batería y procura más matices con los codos, las baquetas, las escobillas, golpeando el revestimiento de madera de la pared o una lamparita de latón. Con un gesto travieso. Es la libertad imperante en un trío que completan, desde hace 20 años, los franceses afincados en Nueva York Jean Michel Pilc (piano) y François Moutin (contrabajo). El ambiente se desata en Ourense. El miércoles parece fin de semana.
El Café Latino, que despedía su último concierto del VIII Ciclo 1906 de Jazz, respondió con arreones de aplausos a cada explosión al unísono de la imaginativa formación. En las mesas agitaban la cabeza en ese signo universal de aprobación, cuando la música te encuentra inerme. En la ciudad gallega, intercalada en el recorrido del trío entre Valencia y Barcelona, Jean Michel Pilc aprendió a tocar tras quedarse «sordo» por el fútbol. Llegaron de cenar atronados por los goles de Messi. Inspirados más o menos por el 10, se explayaron en su faceta creativa.
Hubo cabida puntualmente para una cuarta voz cuando el pianista y director musical, que descubrió el jazz siendo niño y perfeccionó su estilo de forma autodidacta, se replicó a sí mismo a silbidos. Soplando entró en un duelo con su mano izquierda, profundamente convencido como cuando se tuvo que frenar al principio del concierto, mientras sonaba un móvil extemporáneo. Entonces soltó un «shh» clarividente.
Dijo Picasso que la calidad depende de la cantidad de pasado que se acumule. La destreza y compenetración del trío en su vigésimo aniversario salta a la vista. Y sus otras experiencias son para enciclopedia. Entre los tres han colaborado con artistas de la talla de Roy Haynes, Kenny Garrett, Richard Bona, Marcus Miller, Herbie Hancock, Wynton Marsalis, Dave Holland, Joe Lovano, Pat Metheny, Gerry Mulligan u Oliver Lake.
Sus culminaciones empapan al público, salen del guion establecido, retuercen el patrón de un standard hasta que resulta tan irreconocible como fresco. Todas sus ejecuciones en hora y media de concierto apelaron a la osadía. La improvisación fue construida a partes iguales. «Somos un solo a seis manos», dijo en una ocasión el pianista francés. En Ourense, de cuando en cuando, Pilc saltaba de la silla para seguir tocando de pie, manipular con intención el cordaje, aparentar protagonismo o escenificar un break que volaba el pentagrama por los aires.
Ahmad Jamal, Bill Evans, Martial Solal o Herbie Nichols son algunas de las mentadas influencias del trío, cuya filosofía transparenta especialmente en el disco «Freedom» (2011). Técnico y derrochador, con su incontrolable flequillo, el tercer elemento creativo, François Moutin, entregó su cuerpo fibroso a la dominación del contrabajo. Se batió a toda velocidad en varios duelos con Hoenig, el que lleva la brújula. Ganamos todos.