Xan-Campos-Trio

Texto: Javier Fraiz
Fotografía: Rafa Pasadas

Xan pasará dos meses en un avión cada cuatro días. Nunca se ha parado desde que a los 6 años su abuelo lo inició en el piano. Tampoco se detiene en debates de puristas sobre el género. Y si hay que vender camisetas además de algún disco, toda la voluntad. «Si no tenéis dinero, podéis escucharlo gratis en mi web, y también algunos inéditos», proclama en el tramo final del directo, resignándose al mercado exánime de hoy en día. «La piratería es un mal menor, pero si no se resuelve pronto me veo vendiendo mantas», dijo en un paralelismo Enrique Morente. La fuerza rítmica y la visión abierta de Xan Campos (piano), Iago Fernández (batería) y Horacio García (contrabajo) van ensartando una decena de composiciones propias. «No evito que nuestra música suene a nada que no tenga que sonar, porque huyo de las etiquetas del jazz», reivindica terminado el concierto en el Café Latino de Ourense, la primera de tres noches que también lo llevan a Ferrol y Oviedo con el VIII Ciclo 1906.

Salvo un único bis que recuerda a una balada a lo Bill Evans, templando con un pulso intimista una noche frenética, todo su repertorio reciente circula hacia paisajes acelerados, con aires rock en bastantes momentos. Así suena, por ejemplo, «Abril 2064», el riff obsesivo y repetido de «Encontros e Desencontros con…» y determinados pasajes de «Casa, barco, coche«, un título para compensar a sus padres, dice, tras llamar «Ectropía» -la tendencia de la energía a ordenarse- a su tercer disco como líder.

«Ha pasado tiempo», añade en el escenario, desde que el trío no actúa. El Ciclo 1906 pone fin a un parón de un mes en los directos e inicia un carrusel de conciertos, en España y Centroeuropa. Y entonces Xan piensa otra vez en los aviones, como los poetas. La emigración 2.0 ha empujado a miles de jóvenes gallegos a retomar la búsqueda de oportunidades fuera, como procuraron sus abuelos. Para hacerse una idea: más de 21.000 personas de 25 a 34 años «desaparecieron» de la población activa de Galicia en el último trimestre de 2014. Xan tiene 27 años y mantiene un cable a tierra. «A casiña tira«, dice tras el concierto en un gallego universal para declarar su arraigo pese a no parar de moverse. Una composición para un corto sobre gallegas afincadas en Londres reúne en el sonido, precisamente, dosis domésticas y de fuera. «Galicia Portobello Road» -así se llaman tanto la producción audiovisual como la banda sonora de Campos- empasta un sonido british con los enlaces de Iago a ritmo de pandeirada.

De escuela en escuela por el Viejo Continente (Copenhague, Berlín, Paris, Amsterdam), Xan Campos espera aprovechar su graduado en el European Jazz Master para grabar un disco con la formación que reunirá ex profeso. En Cangas de Morrazo (Pontevedra) empezó los estudios musicales en el conservatorio local. Fue discípulo del Seminario Permanente de Jazz, creado en 2010 por Luís Carballo, Paco Charlín y Abe Rábade, y también se empapó del juego de contrastes de Nueva York. La aventura de 3 meses resultó apabullante. Tuvo la opción de acceder a un máster, pero el elevado coste de la matrícula y el estilo de vida lo disuadieron. «Los músicos colaboran, vas a un concierto cada 3 días y todo te empapa; pero el sistema capitalista impone una competitividad que no es para mí». Abre la noche de Ourense  «Putnam Ave», una calle próxima a Broadway donde vivió en el trimestre americano. En ella, Xan Campos juega a despegar la melodía con el apoyo y el contrapunto de Iago Fernández, que antes de su batería de siempre fue amigo de la infancia. Sus propios padres lo eran.

Más adelante arman juntos un tema con sonido fabril; el baqueteo sutil de platos, caja, timbales y charles refuerza, o a veces rebate, una secuencia atonal del pianista. Tampoco abre los ojos Horacio García, puntual como la gripe con su contrabajo. En un repertorio donde dominan el unísono y la regulación a 3 de volúmenes y saltos rítmicos, el acompañante juega un papel capital, de forma explícita con un solo y a la postre consiguiendo la pluralidad inherente a «Coral», un tema compuesto para cuatro voces. Como argumento general, el percusionista anima los saltos desde una introducción calmada, o de música clásica, hasta la explosión del trío. La compenetración supera cualquier imprevisto. El Latino de Ourense, que programa conciertos desde 1986, se queda a oscuras durante medio minuto, en mitad de un puente, y los dos amigos ni se inmutan. La música sigue y nadie echa en falta la luz.

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