Texto y fotos: Javier Fraiz
En escena quedan algunos testigos de cuando el jazz pasaba a la historia cada noche. «Si hay negros que han muerto por esta música, debe de ser muy serio», decía por entonces Dizzy Gillespie. Ernie Watts (Virginia, 1945), cuyo nombre aparece en más de 500 grabaciones, saxo del Quartet West de Charlie Haden en 7 discos y durante más de una década, aplaude el puente de la sección rítmica y el público del Círculo das Artes de Lugo, persuadido, lo secunda.
Varias personas se pondrán en pie cuando se apague el tema definitivo. Suena el «Giant Steps» de John Coltrane; Watts escala por encima de la sección rítmica de manera fulgurante, sus dedos casi rebasan el sonido. Finalmente el saxofonista se inclina, agradecido, desde el atril que ha cobijado el repertorio de esta vez. El intérprete de 70 años apenas usa unas frases para desvelar algunas canciones y para el protocolario agradecimiento. Pero tal y como toca cobra sentido aquel desiderátum de Charlie Parker: «No toques el saxofón. Deja que te toque a ti».
El ganador de 2 premios Grammy comanda a su cuarteto con cierta actitud de estudio de grabación; durante más de 20 años fue un fijo de la pecera y el estudio; también de la televisiva banda del Tonight Show. Este jueves, en Lugo, se gira, alza la mano, señala a alguno de los músicos el instante para que cambie el tempo, para indicar que la canción ya está madura. La cosa cambia desde el rincón. Cuando no está tocando se hace un lado, observa y se balancea. Hasta que vuelve a subirse a la canción; entonces cierra los ojos y las notas noquean como el alcohol de 40 grados. Algunos fraseos son tan vehementes que la melodía parece una persecución.
El cuarteto también va en estampida si es preciso. En «Goose Dance», el batería Tobias Schirmer construye un fondo selvático, visceral, excitante, con la fusión de golpes, chasquidos y graves de la caja, el bombo y el charles. Rudi Engel al contrabajo también se marca un solo, o mejor dicho los deja marcados. Su mano derecha exprime con fiereza las cuatro cuerdas del instrumento, que gritan graves, que parecen un corazón al borde del colapso. Christof Saenger, al piano, pone las tildes en cada canción.
Es el típico concierto donde el mínimo detalle no se le habría escapado a Juan Claudio Cifuentes, alias Cifu, que amó y divulgó el jazz con tanta pasión durante años, desde la televisión y la radio, que su figura merece el reconocimiento de la vigésimo quinta edición del Festival de Jazz de Lugo, en marcha hasta finales de mes. La organización abre cada concierto reconociendo el legado de un comunicador que soñaba con ser batería y que acostumbraba a despedirse regalando «besos, achuchones y carantoñas». Parte de mérito tiene en el crecimiento del público aficionado. En la noche de Ernie Watts, el Círculo das Artes estaba lleno. Adolescentes, padres e hijos, parejas y veteranos, ante la música atemporal del bebop. El calendario es inofensivo ante el jazz. El público, jóvenes y mayores, escuchan marcando el ritmo, despachan generosos aplausos y están a la expectativa en cada compás.
Con una veintena de discos a su nombre desde 1972 y un sello propio (Flying Dolphin) que creó en sociedad con su mujer, Watts disfruta en ese momento de su carrera de asumir el protagonismo, tras haber compartido canciones con Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, Milt Jackson; y más allá del jazz, con Marvin Gaye, The Rolling Stones (participó en la gira de 1981 y en la película de la banda, Let’s Spend the Night Together), John Mayall, Path Metheny, o Frank Zappa. Tras una larga etapa, el cuarteto empasta a la perfección, el líder construye los matices y derivadas jugando con el ritmo y el volumen. Es la clave que había revelado Wayne Shorter a un Wynton Marsalis de 19 años, aún aprendiz: «Las notas son como las personas, debes levantarte y saludarlas a todas». Con esa filosofía, Watts mima la música toda la noche. Y al público de Lugo con una última reverencia.