Texto y fotos: Javier Fraiz
Era la canción que retrataba las miserias antes de que cayera el telón. El himno protesta con el que Billie Holiday, víctima de un destino cruel y cerril hasta en la muerte (ella agonizando en el hospital en 1959, con apenas un dólar en el banco, la policía porfiando en esposarla por tomar heroína) cerraba los conciertos y descubría la catadura del público. Quienes no aplaudían encarnaban la vileza que denuncia la letra cruda y poética de «Strange Fruit», un llanto contra la humillación de la población negra durante la segregación racial en Estados Unidos. «Servía para distinguir a la gente normal de los cretinos y los idiotas«, explicó Lady Day en su autobiografía. Aún con el drama de Paris haciendo mella, el mismo tema fue la cima emocional del concierto de José James, heredero en nuestros días de las grandes voces de la música negra. También cerró el repertorio. Sonaba un sample de espiritual góspel que hizo de abrigo, e instruyó al público para que hubiera palmas cada cuatro tiempos. Terminó el momento; el Círculo das Artes de Lugo tembló de la ovación.
La tradición sostiene a un artista de cartel cada vez mayor, fulgurante estrella del histórico sello Blue Note, que desafía las etiquetas y huye del simple plagio de hitos de la música. Mira a veces al teatro repleto con sus gafas de sol oscuras, ya sin ellas al final. Se mueve con estilo, cabecea y descolla más esa isla nívea en el pelo (aquella gardenia blanca de Holiday), enfatiza con el brazo, besa el micrófono y se rodea de músicos talentosos. Un batería extraordinario, Nate Smith, acelera o retrocede, mueve las manijas de la canción para que salte como la cinta de un viejo radiocasete o provocando una estampida. Cambia de un tono de estándar a un estribillo de pop-rock. Parece que Solomon Dorsey, abrazado al contrabajo, va a echar el ancla. Hasta que sube la munición con el bajo eléctrico y, cerca del final, canta en modo scat sobre los acordes, clavando el tono. José James lo graba en vídeo con el móvil. Takeshi Ohbayashi, al piano, engrandece la víspera de un lunes. El solo compensa cualquier vicisitud del día en «Tenderly», el estándar que convirtieron en sublime, entre otros, Sara Vaughan y Ella Fitzgerald. Dijo Enrique Morente, una figura a la que nunca entretuvieron ni las convenciones ni los pentagramas, que la renovación es obligada siempre que se respete lo que se hizo. Puede que a los nostálgicos les choque, pero seguro que Marvin Gaye habría celebrado la versión del «What’s going on» en la voz sensual e incorfomista de José James.
Resumía en la agenda del día El Progreso que el cantante de origen panameño es el vocalista de jazz para la generación del hip hop. Sus intenciones quedaron reflejadas en la interpretación de una obra maestra del soul, «Ain’t no sunshine». Empezó con esa misma cadencia emocional que destilaba Bill Whiters, hasta que la canción de repente quebró las dobleces y fue a parar a ese mundo cosmopolita donde respira esta figura actual. El clásico cruza del funk a la frontera del hip hop, imitando la joven estrella, con voz espasmódica, el típico scratching de los pinchadiscos raperos, incluso algún instante del beatbox más callejero. El pertinaz «I know, I know, I know…» espoleando al público. Un himno (no hay amanecer cuando ella se va, proclama) actualizado a este tiempo.
Piensa un segundo si la idea de José James no te convence: los cambios mueven el jazz; la paliza a Chet Baker (o eso contaba él) que cambió su estilo de cantar y de fijar la embocadura; el retorcimiento accidental de la trompeta de Dizzy Gillespie en 1953, poco antes del Jazz at Massey Hall (Toronto, Canadá), catalogado como el mejor directo de jazz de la historia. «Solo puedo cantar aquello que sienta» pudo ser, de todas sus frases, el epitafio de Billie Holiday, volviendo al inicio de esta historia. La homenajea e interpreta José James en su último disco, «Yesterday I Had The Blues». Editado para coincidir con el centenario del nacimiento de la dama, el artista lleva a su estilo nueve clásicos como «God Bless the Child», el momento para quitarse la chaqueta en el concierto estrella de la XXV edición del Festival de Jazz de Lugo. Aquí estuvo en 2009 Kurt Elling, la otra gran voz masculina del jazz actual, sentencia la prensa especializada. Elling ofrecía entonces una adaptación del disco magistral que firmaron en 1963 John Coltrane y el vocalista Johnny Hartman. El saxofonista, Marvin Gaye y Holiday son las leyendas por las que José James siente «una fascinación especial», dijo en una entrevista a El Mundo.
Ciudadano de Nueva York, es decir del mundo, músico aperturista, por su boca salen clásicos reconvertidos a estilo neo-soul, pop y funk. Con una guitarra electroacústica en propuestas como «Come to my door» ratifica su estilo inclasificable, la simbiosis natural de aquel niño que creció escuchando jazz, Nirvana o el rap pendenciero de 50 Cent. Y que, modernizando la tradición, hoy ya es un grande de esta era.