Texto: Manuel Recio
Como llegada de otra galaxia, la Sun Ra Arkestra aterrizó en Madrid para iluminar con sus coloridas vestimentas y su peculiar sonoridad el escenario del teatro Lara en su interpretación 1906. Casi dos horas de concierto de un jazz fusión experimental, con guiños al swing y al hard bop y con unos toques tribales que nos recuerdan que el jazz, hace muchos muchos años, tuvo su origen en África.
La Sun Ra Arkestra se formó a finales de la década de los 50 del siglo pasado al amparo del pianista y compositor Sun Ra, uno de los personajes más fascinantes y controvertidos de la historia del jazz. En esos primeros años de trayectoria, el líder de la banda le ponía imposibles sobrenombres como la ‘orquesta de la ciencia mítica’ (Myth Science Arkestra) o la ‘orquesta del infinito astral’ (Astro Infinity Arkestra), que daban buena muestra de hacia donde quería dirigir su música. Tras el fallecimiento de su fundador en los 90, tomó el testigo el saxofonista tenor John Gilmore y posteriormente, a la muerte de este, el saxofonista alto Marshall Allen.
Curiosamente el mítico Marshall Allen se presentó en Madrid, a sus 91, años con una jovialidad y energía inconcebible: fue uno de los tres músicos (junto al percusionista y el contrabajista) de la Arkestra que no se sentaron ni un instante durante todo el concierto. Al principio el bueno de Allen rebuscaba afanado entre sus partituras las notas imposibles que emitía su saxo alto. Ya desde los primeros compases dejó claro que lo suyo es el fraseo pirotécnico y los sonidos guturales, aderezados de innovaciones técnicas como esa especie de flauta-teclado que soplaba sin parar.
Sobre el escenario once músicos envueltos en llamativos ropajes dispuestos a celebrar una suerte de ceremonia iniciática. La Sun Ra Arkestra, admitámoslo, no es el combo más cohesionado del mundo del jazz. Nada que ver -por citar un par de ejemplos- con la cristalina big band de Duke Ellington o la briosa orquesta del viejo Fletcher Henderson, donde por cierto empezó Sun Ra como arreglista. En la Sun Ra Arkestra predomina la aleatoriedad, un solo de saxo barítono que hace retumbar las butacas del Lara seguido de unos agudos chirriantes de Marshall Allen.
Astralidad, ciencia ficción, vanguardia y ritmos ancestrales se conjugan en una formación que mantiene vivo el espíritu experimental de su fundador pero que, al mismo tiempo, añade elementos más clásicos -como una voz femenina y la inclusión de algunos estándares en el repertorio (veáse «Fine and Mellow» o «When you Wish Upon a Star«)- para llegar a un público mayor.
Si se habla de conectar con el público, los músicos de la Arkestra no dudan en bajarse del escenario y desfilar cual griots (esos sacerdotes acenstrales africanos) para hacernos partícipes del ritual. Gemidos, gruñidos, percusiones variadas, frases melismáticas… todo parece retrotraernos a un tiempo pasado donde el jazz, aún en una forma muy primitiva, no solo era improvisación sino que constituía la expresión natural de un pueblo: los afroamericanos descendientes de los esclavos africanos. Hay un momento del concierto donde el saxo tenor deja su instrumento para meterse entre bastidores y aparecer dando saltos y piruetas como si se tratase de un ring shout (danza ritual de los esclavos) de la plaza de Congo en el Nueva Orleans que vio nacer el jazz. La seducción funcionó, no cabe duda, pero sin llegar al encantamiento.