Texto: Luis Miguel Flores
Muy significativo: entre el 19 y el 21 de agosto de 1969, exactamente los días siguientes al mítico Festival de Woodstock, tenían lugar (en el 30th Street Studio de Nueva York) las sesiones de grabación del legendario «Bitches Brew».
Como su propio título indica, fueron tres días de aquelarre en el que las más afamadas brujas (o literalmente perras, como llamaba cariñosamente Davis a los músicos que le gustaban) del jazz eléctrico (Miles Davis, Wayne Shorter, Joe Zawinul, Chick Corea, John McLaughlin, Dave Holland, Jack DeJohnette, Billy Cobham, Airto Moreira…) cocinaron una pócima irresistible: osada, vanguardista, extremadamente groovy y electrizante… que llevó a Davis a un Premio Grammy, a su primer disco de oro (despachó más de medio millón de copias en sus primeros años de vida) y que , sobre todo, abrió el camino a la fusión de jazz que -gracias a estos mismos músicos y algunos más- reinaría a lo largo de la siguiente década.
Davis avisó con muy poco tiempo a sus compinches para la grabación. Algunas piezas ya se habían ensayado antes, otras eran prácticamente desconocidas para los músicos. Y Davis tampoco dio muchas instrucciones. 4 de los 6 temas que incluye son de Miles. Uno, «Pharaoh’s Dance», del pianista Joe Zawinul; y «Sanctuary» del saxofonista Wayne Shorter. De los 6 temas, 5 superan los 10 minutos. De ellos, 2 duran más de 20. El disco, evidentemente, es doble. Y muy complejo. No en vano, supuso también un prodigio de post-producción o edición posterior a la grabación, donde se cortaron temas o se unieron fragmentos para crear piezas más largas. Algo muy poco habitual en el mundo del jazz, más aún entonces. Y que contribuyó aún más a la controversia creada por el arriesgado contenido del disco. Por todo ello, la inmersión en sus secretos resulta apasionante. Es obligatorio dejarse llevar.
Quizá lo primero que llama la atención es el sonido de Miles en el disco: sus solos son agresivos y explosivos, rápidos; y juegan con los registros altos de la trompeta. Lejos de ese Davis «cool» y melódico de los años anteriores. Aunque lo más «chocante» –pese a las pistas que ya se habían dado en «In A Silent Way», es la definitiva electrificación del sonido y la clara influencia de artistas de funk y rock, de Jimi Hendrix a Sly & The Family Stone pasando por James Brown. Hasta la portada tiene la estética del rock ácido de bandas como Santana. Pero sobre todo sorprende su estructura: rabiosamente libre y radical, pura improvisación eléctrica y torrencial. Un torbellino emocional de numerosas capas.
El disco no salió a la venta hasta abril de 1970. Y en ese agosto, el día 29 , hace ahora 44 años, Miles se presentaba en otro gran festival de la Era Hippy, el de la Isla de Wight, con una versión reducida de los músicos que le habían acompañado en «Bitches Brew»: Gary Bartz (saxofones), Chick Corea (piano eléctrico), Keith Jarrett (órgano) Dave Holland (bajo eléctrico), Jack DeJohnette (batería) y Airto Moreira (percusión). El concierto, una espiral ascendente -y absorbente- de algo más de 30 minutos, se editó en dvd y se puede disfrutar entero. Una joya. Un mes antes, Davis y compañía habían presentado «Bitches Brew» en el Festival de Newport. Los dos conciertos se recogieron en el fascinante «Bitches Brew Live». Y las sesiones de grabación completas de Davis entre agosto del 69 y febrero del 70 aparecieron en una extensa caja recopilatoria: «The Complete Bitches Brew Sessions». Todo este material adicional aporta nuevos enfoques para los que quieran profundizar y, sobre todo, no engaña ni desmiente la esencia de «Bitches Brew»: uno de los discos -de cualquier género- más influyentes, exigentes y, finalmente, agradecidos, de los últimos 50 años.