Texto e imágenes: María Nieto Díaz
El festival MásQueJazz congregaba anoche a buena parte de los noctámbulos coruñeses en el Jazz Filloa, uno de esos locales donde la esencia 1906 puede respirarse en cada rincón.
Copas de cerveza fría sobre las mesas y buen sonido en el ambiente, y la promesa de una noche inolvidable sobrevolando el local recibían a Laura Corallini, una de los voces más dulces de la fusión contemporánea.
Hija de músicos y nacida en Argentina, Corallini llegaba al Jazz Filloa acompañada al piano por César Latorre y al contrabajo por Pere Loewe, y la buena sintonía entre los tres se hizo patente desde el primer momento en que la belleza serena y la suavidad de Corallini subió al escenario
Los aires de bossa nova y fusión y el sonido suave de un piano que evoca ligeramente el tango llenaron el local desde el primer momento.
El concierto arranca con el «Doña Ubenza«, un melancólico y deslizante tema típico del norte argentino en el que se habla del sufrimiento de una mujer trabajadora. Pero que nadie se lleve a engaño: el directo de esta noche está a años luz de ser triste. Muy al contrario, el espectáculo se desliza con suavidad entre los presentes, como una deliciosa corriente de agua fresca.
«¿Se escucha bien? Cualquier comentario nos avisan… bueno, no cualquier comentario, claro”. Así rompía el hielo Corallini mientras ensalzaba la maravilla de actuar para un público que entiende las letras de unos temas cantados en castellano o portugués y que beben de la mejor tradición sudamericana.
«Lloro por se», de Ginga, inaugura los sonidos brasileños de la noche. Las fantásticas interpretaciones al contrabajo y al piano de Latorre y Loewe, dos maestros de lo sencillo, convierten cada pequeña improvisación en una delicia sonora.
«El Cosechero», un tema clásico del interior de Argentina, permite a la banda dar un pequeño giro estilístico. Solo con pequeños y certeros toques de contrabajo, la voz de Corallini y una escobilla suave sobre la palma de la mano convierten la sala en un susurro sensual y deslizante.
«Morena dos ollos de agua» da pie al descanso, que se rompe con «Recuerdos de Ypacarai«. La voz de Corallini se desliza suavemente en los oídos. Ni argentina, ni brasileira, ni alemana… todas las posibilidades confluyen en un timbre único que puede mantener una nota flotando en el aire sin aparente esfuerzo hasta hacernos estremecer
«Agüita demorada» convierte a la concurrencia en coro, haciéndoles dar palmas respondiendo al desafío de Corallin.
La suave bossanova «Desafinado«, de Joao Gilberto, sirve por fin a Corallini para presentarse -a su banda la ha presentado varias veces antes-, y para conseguir que el público pida un bis encarecidamente, que llega con el clásico “Flor de Lis”, de Djavan.
Una noche deliciosa y llena de cadencia que sin duda ha servido para convencernos: Corallini es puro talento y suavidad.