Texto y selección: Manuel Recio
Fue uno de los trompetistas más destacados de su época. Muchos lo aclaman como el primer gran músico blanco del jazz. Para otros, el lirismo de su corneta es el antecedente remoto a los sonidos del cool. Quizá fue el único que pudo hacer frente en vida a un genio como Louis Armstrong. En los años 20 nadie tocaba con la elegancia de Bix Beiderbecke. Esta lista es para deleitar los oídos pero también el espíritu.
Dotado de una capacidad musical asombrosa, su existencia fue como un sueño y su música formó una prodigiosa simbiosis con su quebradiza personalidad. Al contrario que sus contemporáneos blancos, para Bix el jazz representaba una finalidad última, no un mero entretenimiento. Bix nació en Davenport en 1903 pero desarrolló su carrera musical en Chicago, al amparo del llamado «jazz de Chicago», una interpretación blanca a la música que llevaron los negros de Nueva Orleans. Allí conoció a los grandes maestros del género pero sobre todo hizo tándem con el saxofonista Frank Trumbauer. Ambos firman algunos de los números más emotivos del primera jazz como el eterno «Singing the blues».
Su sonido se sitúa entre lo trágico y lo divino, entre lo mísero y lo romántico, entre lo culto y lo popular, entre la tradición clásica europea y la raíz afroamericana. De alma frágil, corazón débil y semblante pálido, casi moribundo. Su vida encierra todas las tragedias del jazz al mismo tiempo. El chico introspectivo, tímido e inseguro que encontró refugio en la música de los negros de Nueva Orleans, pero que se dejó seducir peligrosamente por el alcohol.
Murió joven y solo, de una neumonía agravada por imágenes paranoides debidas al exceso de alcohol. Su leyenda aún resuena entre los grandes del jazz clásico.