Texto y fotografías: Edith Filgueira

Farris vuelve a España con la banda The Roseland Rhythm Revue para presentar el que es ya su tercer álbum de estudio -primero vinieron ‘Goodnight Sun’, en 2002, y ‘Salvation in Lights’, en 2007- o el quinto de su carrera en solitario teniendo en cuenta que en 2008 publicó ‘Shout! Live’ y en 2010, ‘The Night the Cumberland Came Alive’ -ambos grabados en directo- cuyo objetivo era recaudar fondos para contribuir a reparar los daños causados por las inundaciones en Nashville de ese mismo año.

Se describe como “made in Nashville”, una ciudad conocida como la capital mundial del country-blues en la que se forjaron artistas como Johnny Cash, capaces de demostrar que romper con lo establecido era el mejor camino a seguir. Mike Farris llegó ayer a la sala Capitol de Santiago para dejar claro que no es casualidad que su lugar de procedencia se apode “la ciudad de la música” de EE.UU y que algunas de las industrias discográficas más importantes de Norteamérica tengan allí su sede.

Casi tres horas de concierto -con un descanso que apenas llegó a los 20 minutos hacia la mitad del recital- hicieron a un público, de un amplio abanico de edades, llegar al éxtasis con temas propios y versiones de otros que hasta parecen sonar mejor entre sus cuerdas vocales. El de Tennessee guarda lo mejor de su época con los Screamin’ Cheetah Wheelies, en la que el rock lo era todo, a la vez que hace equilibro con el soul, el blues o el gospel con una afinación impecable.

De su último trabajo (‘Shine for All the People’, 2014) sonaron The Lord Will Make a Way Somehow, Power of Love y Jonah & The Wale, entre otros, interpretados con la tranquilidad del que va en zapatillas y a oscuras por su casa y sabe que las esquinas de los muebles no son un peligro porque los dedos de los pies van protegidos. Es decir, la experiencia sobre el escenario lo hace estar cómodo, pese a que el directo es el directo, porque ya lo ha tanteado todo. O eso parece.

De sus anteriores discos se subieron al escenario Precious Lord, Take My Hand y Selah! Selah! con ese aire redentor que lleva impreso Mike Farris desde que va por su cuenta. Y para los que reniegan siempre de las versiones la receta está clara: asistir a un concierto de Farris cura el agnosticismo. Interpretó Proud Mary de la Creedence, Stand by Me de Ben E. King, Knockin’ on Heaven’s Door de Dylan o Three Little Birds de Bob Marley, entre otras. Y todas parecen haber sido compuestas por y para él.

Mike Farris en la sala Capitol

Lo de ser la estrella y el centro de atención parece que no es lo suyo. Durante el concierto cede el protagonismo el más de una ocasión a su banda y a sus coristas, Cristina Rae y Kim Mont, dos espectáculos dignos de disfrutar en sí mismos. Sólo hubo una pega -por aquello de quejarse de algo, que es gratis- llegaron diez minutos tarde porque la noche anterior actuaron en Pamplona. Bueno dos pegas: sacudió el agnosticismo de los presentes para después meterles en el cuerpo el pecado capital de la avaricia. Y todos se fueron a sus casas con ganas de más y en pecado. God Save Farris.

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