Texto:  Nerea Basterra González.  Fotos: Jaime Massieu

Podríamos decir que la perfección no existe. Al menos eso cree Iñigo Osset Rambaud, el hombre enamorado de la guitarra española que ha convertido la finca de Molino del Manto (Chinchón, Madrid) en un lugar de referencia para quienes disfrutan de la belleza de nuestro instrumento. En este oasis de paz a tan solo 30 kilómetros del bullicio madrileño, donde el agua de las fuentes es lo único que suena hasta que comienza la música y los sauces reservan pacientes su sombra para los visitantes, parece en cambio que lo perfecto sí es posible y que Osset debe estar muy cerca de encontrarlo.

Cada año se acerca más. Las IV Jornadas de Guitarra Española, que se celebraron anoche en Molino del Manto con la colaboración de 1906, fueron la prueba definitiva de que este formato de conciertos exclusivos, ambiente familiar y respeto por la música, lejos de agotarse, cobra fuerza y gana adeptos con cada edición que termina. Para lograrlo, Osset y su equipo han buscado evolucionar la fórmula y, sin olvidar su esencia, programaron un cartel que partía de la guitarra española y se fusionaba con otras músicas y géneros para dejar al público clavado en el asiento.

Abrían las jornadas los más jóvenes, dos artistas de procedencias muy dispares pero con algo en común: una habilidad innata para empatizar estilos y dialogar con sus instrumentos. Amós Lora a la guitarra y el cubano Luis Guerra al piano estrenaron anoche el escenario de Molino del Manto con parte del repertorio de SOLO 2, el proyecto musical que los une actualmente y con el que llenaron de jazz y flamenco la gran jaima donde tenían lugar los conciertos.

Siguiendo al dúo Lora/Guerra y tras un tiempo de tertulia y degustación de comida y bebida antes de que cayera del todo la noche en los impresionantes jardines de Molino del Manto, llegaba el turno sobre el escenario de El Amir Flamenco Quarteto, que conquistó a los invitados con la guitarra hipnótica de Amir John Haddad y la sobrecogedora voz de la cantaora Eva Durán. Amir, alemán de nacimiento, palestino-colombiano de ascendencia e intérprete de guitarra española desde la niñez, encabezó el impecable directo de la formación desde sus temas de flamenco más puro a las reminiscencias más orientales y, ya con el laúd árabe en mano, preciosas canciones como Bint El Shalabiya (la chica de Sevilla), de la cantante libanesa Fairouz.

Habría que esperar un poco más, paseando entre las mesas de piedra y cruzando los puentes de esta finca del siglo XVIII que es Molino del Manto, para el tercer y último concierto de la noche. Fuera de la jaima las luces se encendían junto a las pantallas donde las fotos de Paco Manzano eran el testigo digital de todo el que ha pasado ya por estas jornadas durante los últimos años, como Pepe Habichuela y Ara Malikian. Poco después llegaba el momento: la gaita de Hevia ya había sonado durante un breve ensayo a puerta cerrada y ahora reclamaba a su público.

“Se preguntarán qué hace un gaitero en unas jornadas de guitarra española”, empezaba José Ángel Hevia su actuación. Así, ante los atentos oídos de los oyentes curiosos y expectantes, el asturiano se metía en la piel de teórico del evento para hablar de lo que era importante esa noche: la música de raíz que no conoce fronteras y nos permite “disfrutar de nuestras diferencias”, las conexiones entre el folclore del sur y del norte y, en definitiva, lo que convierte a una guitarra y a una gaita en instrumentos hermanados. Tras la introducción tocaba presentar su último trabajo, Al Son del Indianu, con el que Hevia recoge el testigo de los gaiteros asturianos que viajaron a América, y sorprender al público interpretando con su gaita, entre otros, ritmos caribeños como la Guantanamera.

Antes de acabar el concierto, era el asturiano quien lograba la foto final de familia invitando a sus colegas en estas jornadas a subirse de nuevo al escenario para tocar con él un último tema, Busindre reel: de este modo las tres formaciones despedían juntas las IV Jornadas de Guitarra Española de Molino del Manto haciendo de su música un crisol cultural.

 

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