Texto: Pablo Luque
Fotografías: Jaime Massieu
Si es cierto eso de que los buenos momentos se pasan más rápido, sin duda el concierto de Robert Glasper fue un momento fantástico. La hora que el pianista estuvo sobre el escenario del Café Berlín se pasó como un suspiro.
La céntrica sala madrileña estaba hasta arriba para recibir al músico texano; de hecho hubo aventureros sin entrada anticipada que tuvieron que volverse a casa sin éxito. La innovadora propuesta de Robert Glasper tiene muy buena crítica, y la expectación entre el público era palpable cuando apareció DJ Sundance para pinchar algo de música que daba inicio a lo que iba a ocurrir a continuación.
El pianista salió junto a Vicente Archer (contrabajo) y Damion Reid (batería) mientras los beats de Sundance les daban entrada como si de un combo de hip-hop se tratara. La primera en sonar fue “Sign O’ the Times” de Prince, que, como explicó Glasper, en su día grabaron para un disco de versiones pero que no pudo ser editada porque el fallecido legendario músico de Minnesota no les dio autorización.
Los siguientes sesenta minutos fueron un ir y venir de ritmos imposibles, notas sincopadas, cortes inesperados pero efectivos: una mezcla genial de jazz y de hip-hop sobre la que habrían encajado perfectamente tanto una voz sugerente de R&B como los versos de un MC; una conjunción tan sorprendente como brillante, magistralmente ejecutada.
Glasper bailaba con sus dedos sobre el teclado a la vez que DJ Sundance lanzaba samplers de voces soul. ¿Cuánto había de improvisación y cuánto de interpretación estructurada? Imposible de determinar. El juego de caja y plato de Damion Reid y las líneas de bajo de Archer sonaban como la base de un tema de rap clásico; esta música tan transversal valdría de banda sonora de una película sobre el mundo del graffiti en Los Ángeles o sobre el glamuroso Nueva York de los cincuenta. No hay necesidad de música vocal cuando la instrumental transmite tanto.
El vaivén de ritmos y de melodías irregulares subía al público a una nube que se dejaba llevar por el virtuosismo de los músicos. No en vano, Robert Glasper ya tiene tres premios Grammy en su haber, conseguidos con diferentes proyectos que han puesto al norteamericano entre los grandes renovadores actuales del jazz.
Casi sin notarlo, había pasado una hora y la banda se retiraba para volver rápidamente con un innegociable bis. Pueden ir a donde quieran, su música es especial y única a la vez que de todas partes. Lo que hace esta banda funciona entre sprays de pintura a la vez que entre el humo y la ginebra de un club. Robert Glasper es música en estado puro, sin barreras ni etiquetas.