Galicia les vio nacer, y el jazz les ha reunido, de hecho, fueron en busca del ejemplo y volvieron para predicarlo.

 Abe Rábade y Víctor Prieto han hecho su carrera, cada uno por su lado. Abe, cuando fue a Nueva York para empaparse del asunto y obtener la licenciatura cum laude en composición y piano en Berklee. Más tarde regresó a Santiago para seguir viajando. Y es que Abe va por libre. Es un tiramillas, por qué dudarlo, y un artista polifacético.

 El compostelano tiene su trío, con Pablo Martín Caminero y Bruno Pedroso, y su puesto de director musical de la “Eivissa Jazz Experience”, con sede en la susodicha isla, además de 13 discos de largo alcance que atestiguan su versatilidad como intérprete y compositor.

Junto a él, Víctor Prieto, ganador de un Grammy, profesor de acordeón de jazz en el conservatorio de Brooklyn, en Nueva York, emancipador del instrumento dentro del género. En su currículo, pasadas colaboraciones con Yo-Yo Ma, Arturo O´ Farrill, Paquito d´Rivera y Maria Schneider, la directora de orquesta, entre otro/as.

Nadie, en la historia del jazz, ha llegado tan lejos tocando un acordeón. Su nivel de sofisticación con el instrumento, su creatividad, carece de parangón. En el repertorio que ambos interpretan se entremezclan las composiciones originales con versiones del folclore gallego y adaptaciones de Jobim, Piazzolla y Egberto Gismonti.

La idea: derribar las barreras existentes entre lo culto y lo popular. “Que andemos todavía distinguiendo entre unas músicas superiores y otras inferiores es un atraso”, opina el pianista. “Beethoven y Stravinski son fantásticos, y Jimi Hendrix, Batallán, Jobim o Miles Davis, también”.

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