Texto: Javier Fraiz
Fotografía: Gimena Berenguer
La alquimia de esas canciones que emocionan y lamen la piel, como la brisa de primavera o un supuesto roce no intencionado, solo es mérito de los músicos. La fórmula no aparece con foto en la enciclopedia. Las etiquetas incluso pueden bajar la libido. A Moisés Sánchez, que debe a sus padres y a sí mismo una querencia por toda clase de estilos (del rock sinfónico de Genesis a la modernidad de Pat Metheny o el trío The Bad Plus), le importa menos la definición convencional que abrir las esclusas y que la creatividad salga a borbotones. Defendía el poeta José Ángel Valente que «solo se es escritor al tener una relación carnal con las palabras»; en el trío del pianista madrileño, que empezó a tocar con 3 años, cada uno se abraza a su instrumento y reparte sentimientos. También es poesía.
Todo el sonido casa aun con la abrumadora proporción de espontaneidad. La melodía está veteada por improvisados derroteros hacia el rock y el pop, en ocasiones a una estética ambient y a destinos trepidantes donde germina el jazz más libre. Innegociablemente, la esencia es apasionada. La encarna Borja Barrueta con un rostro hierático, a la batería, midiendo el tiempo con la vista dispersa en el vacío, excepto cuando él y el pianista se miran para que sus improvisaciones se armonicen. La mano derecha del líder sabe qué hace su mano izquierda. Durante una hora y tres cuartos la formación rítmica de Moisés Sánchez -piano, batería y contrabajo- demostró este viernes en el club Clavicémbalo de Lugo la amplitud de miras de su género. Que como en el country, el folk o el bluegrass, en el jazz actual tiene cabida una guitarra lap steel para introducir al trío. Así sucedió en «Ritual», tema del disco homónimo, el tercero y penúltimo, una puerta de embarque a un viaje para explorar la melodía.
Desde 1986, el club Clavicémbalo programa música en directo y es uno de los escenarios del festival local de jazz, que el próximo noviembre cumplirá 25 ediciones.
Gracias al VIII Ciclo 1906, el pianista y también productor (construyó durante 7 años el sonido del rapero Nach, con el que llegó a ser número uno en ventas, y se ha encargado del último disco de Juan Valderrama) recaló en el mítico escenario gallego por primera vez. Tras cuatro trabajos como líder (el último, «Soliloquio«, de él solo al piano), rastrea nuevas ideas para redondear el próximo. Composiciones propias como apuesta irrenunciable. En Lugo presentó «Metamorfosis«, una canción ya definida. En ella, Barrueta acaricia el segundo plano con la escobilla y la caja atenuada por una toalla, para que el sonido sea sutil. En el «El Vals del Bardo», del último trabajo en el mercado, el líder reflexiona en voz alta; emplea el piano como si fuera un diván. La canción homenajea al pianista Brad Mehldau, otro de los músicos más influyentes para Sánchez.
«No toques el saxo, deja que te toque a ti», defendió Charlie Parker. Moisés actúa, encorvado sobre el piano, mirando de reojo el cordal, y el bajo de Toño Miguel pone las tildes a los compases. También tamiza las cuatro cuerdas con el pedal de distorsión para presentificar algunas canciones. Los tres músicos, impecables, crean un paisaje sonoro que esparce endorfinas por el cuerpo. O que te arroja al precipicio, como en «Danger in Tangier», una composición que relata fidedignamente una estresante experiencia de Sánchez en el zoco de la ciudad marroquí. La ejecución fulgurante del trío narra la abrupta entrada en un taxi del pianista tras verse acorrolado por una nube de personas que le pedían dinero. Logró huir a paso febril, como los platos que estallan en la batería de Barrueta. En su incursión más solo en «Un día largo para una vida corta» (del segundo disco «Desolation«, grabado en Nueva York en formato de cuarteto), el percusionista persigue todos los sonidos posibles de sus platillos, la caja, el bombo, el charles y el timbal. En algún pasaje suena a un percutor o a metralla, en otros recuerda al fondo sonoro que guía la película «Birdman» (del batería Antonio Sánchez).
Después de un bis y una ovación del Clavicémbalo para agradecer la creatividad y el talento, pasadas las 2 de la madrugada en Lugo, el jazz (o mucho más que eso) terminó.
Puedes leer la entrevista que nos concedió Moisés Sánchez en el siguiente enlace